Se le habian olvidado los sonidos, a pesar de que los escuchaba diariamente. Técnicamente las canciones eran las mismas, no cambió la letra ni tampoco la melodía, pero aún así no habian sonidos en su mente. Llevaba casi 40 dias con 13 horas, 50 minutos y 3 segundos desde que una aparente sordera se atravesó en su vida
y desde entonces no volvió a ser lo mismo.
El
día 9 del undécimo mes sentía los calambres y mareos, un poco más fuertes de lo común. No se le antojaba nada, se quedó parado frente al velador. No se le movió ni un pelo en todo el día.
El día 10 se sentía un poco mejor, pero tenía miedo de descubrir el mundo luego del cambio. Decidió quedarse sentado en una silla hasta ver un ave azul volar frente a su ventana.
El día 15 del mes siguiente se cansó, pero no se levantó de su silla hasta el día 17.
Quiso escuchar, deseó sentir, tener aquellos sonidos de nuevo. Intentó muchas veces, pero sólo veia las cuerdas vibrar o los parlantes casi estallar del esfuerzo. Casi iba a abandonar el asunto cuando recordó que aún le quedaba un grito adentro, encadenado en algún rincón de su cuerpo. Lo buscó y lo buscó. Objetivo localizado, preparados, listos..
¡GRITA!...
Un silencio eterno reinó entonces. El grito sordo hizo que toda la humanidad se quedara quieta. El viento esperó, el ave azul que nunca apareció se quedó dentro de la caja. No vivía en la ciudad, pero igual supo que a kilómetros de distancia todo el ruido urbano habia parado. ¿Sirvió? Esperó tres minutos para volverlo a intentar.
Juan Ruiz tenía 484176 horas con 50 minutos y 6 segundos de vida cuando cayó muerto en mitad de la avenida principal, testigos dicen que se volvió loco con tanto ruido. Su único familiar vivía lejos y se decía que estaba loco también, por lo que nadie supo qué fue de él.
