La otra tarde regaba donde solían estar las flores amarillas y las moradas. Increíble como solo dos colores hacían que la vista desde el palto fuera apacible. Maravillosa. Comienzo a creer que ese fuera su lugar favorito por tanto tiempo, aunque ya no sea el mismo. Los ojos los perdió quién sabe donde, no viene al caso. Y no son los dias lluviosos ni los lunes. La guitarra le sonaba tan dulce y clara que creyó haber recuperado su vida, pero él no estaba ahí, era sólo la radio. Los
siempre también le pesan.
Siempre lo supo.
otra obra maestra mija =)
ResponderEliminaropino lo mismo que el anónimo.
ResponderEliminarvuela con calma pajarita,
aki estamos todos (:
es verdad, lso siempre son pesados... a una escala casi como la de los nunca
ResponderEliminarcaí por acá de casualidad
un placer haberlo hecho
te espero por mis mundos, cuando gustes
saludos!!
cuático.
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