13 abr 2009

Te adoro, Inspiración



Tal vez le era extraño también. Sabía que había nacido para mirar y no estaba segura de querer llegar a ver, no tanto porque no quisiera, simplemente no sabía si sería buena haciéndolo. Se le daba bien imaginar, su materia favorita, algo a lo que siempre podría recurrir y sabía que sería mejor que muchos. Y allá las faranduleras estrellas, esas que brillan con todo lo que tienen para impresionar a los que estamos aquí cada noche buscándolas para quedarnos viendolas como estúpidos, haciendo crecer su ego y haciendolas llamar "meta" sin saber a qué se llega cuando se es estrella. Ella lo sabía, así que, si supiera volar, cambiaría rotundamente la ruta para no toparse con ninguna de esas engreídas y quedar ciega.


Prefiero
pasarme la vida creyendo que se puede jugar ajedrez en el plato de cereal con yogurth del desayuno en vez de ser estrella o nube. Y doy fe de ello, porque las nubes también son un tema, repetidas adonde quiera que veas, flotando siempre. Muy fomes, es todo lo que dice al respecto.

¿Qué hacer entonces? La otra noche me pidió consejo. Tranquila y volátil como de costumbre, con la pura mirada llena de inseguridad y palabras simples, pero que juntas se complican más que lana suelta en medio de un tornado. Recuerdo que siempre quiso ser canción, sus ojos café bonito brillaban como nunca ese día, escuchando las suaves y firmes cuerdas del bajo, lo suficientemente lejos de casa. Era perfecto, al menos para mi; quizás para ella no lo fuera tanto. A veces le gustaba dárselas de escritora, hablar inentendiblemente para los demás le era común, sería reconocida por eso almenos. Tantos años y ni ella misma se conoce lo suficiente, es el colmo. ¿Qué me pregunta a mí sobre su vida? debería responderse sola, repito: debería. Con su mirada amplia y sus metáforas, con sus críticas constructivas y miedos, con sus claros pensamientos y complicadas situaciones debería ser lo suficientemente consciente para decidir si quiere que uno más uno sean dos o sean once.

Flores, especialmente amarillas. Siempre espera el día que le digan que se vaya de la ciudad, ansiosa. Tú que estás leyendo esto creerás que las personas son las únicas que pueden hablar, ¿no? Pues muy equivocado estás, las flores también pueden, igual el viento. Aunque es mentira el tema de los colores en el viento, al menos ella está segura y me convenció de eso el otro día. Si las personas no son las respuestas, no se pueden andar inventando fantasías para encontrarlas. Colores en el viento mis polainas, el viento te refresca, te hace pensar, no ver colores.

Hoy también llegó a mi, tampoco supe qué responderle sobre todo. Me dijo súbete ahí, y cántame. Y aquí estoy cantándole, porque sin mí no es nada y yo sin ella no existiría en ninguna parte, por que yo soy su droga y ella mi toque de realidad.


4 comentarios:

Desembuche.