27 jun 2009

En el aire.


Serán demasiado tranquilos y fomes, pero vistos desde distintas perspectivas, esos algodones que se ven en lo alto podrían abrir puertas. Matices, muchos matices. Es increíble ver la diferencia que se nota en el cielo cuando están, un par de tonos más a la acuarela. Y de dormir qué decir, un poco de verde y está todo perfecto, habiendo equilibrio el paraíso está al alcance de cada mano.

Pensamientos típicos de los días en que se podía dar el gusto de caminar. En ocasiones le pedían llevar el pan o un poco de leche, en esos casos sus caminatas se convertían en carreras al darse cuenta de que en cinco minutos debía llegar con todo y aún no estaba ni cerca del negocio. También, otras veces, tenía que comerse las ganas de caminar y tomar la micro, odiaba hacerlo, solo acompañada era capaz de subirse a una sin mostrar el desagrado en la cara.

Era normal, no había que darle tantas vueltas para saberlo. Tampoco hay mucho que decir sobre una niña con el simple hobbie de caminar acompañada de sus ojos – si, acompañada, no solo llevándolos – y una pasión casi indescriptible por observar el mundo.

Cada vez que la veía salir de su casa me saludaba, mientras leía el diario y me fumaba un cigarrillo, y al verla partir nuevamente, fresca como sólo el viento puede hacerla, me preguntaba cuándo será el día en que deje de gustarle observar tanto. Hay que reconocerlo, en este loco mundo hay muchas cosas que a una niña podrían desagradarle, quizás al punto de no querer volver a intentarlo para evitárselas. Y así partió un día, creo que era miércoles. No la vi volver.

Pasaron los años y no la pude olvidar, era normal, pero dentro de tanta normalidad algo había que no me permitió despegarme de sus brillantes ojos, mucho menos dejar de pensar qué fue de ella, con decir que hasta en sueños la veía de vez en cuando. Pero todo cambió la semana pasada. Me la encontré en el centro, por una de esas pocas calles donde los árboles llegan hasta el cielo. Llevaba flores, me reconoció de inmediato. Al rato me confesó que sus amiguitas no eran para nadie en especial, que a pesar de la falta de tiempo sigue teniendo largas caminatas, aunque ahora viva en otro pueblo.

No era la falta de edad o el exceso de inocencia para ver las cosas. Sus ojos aún brillaban, incluso más que antes, y tenía el alma llena de mundo. Se sentía plena, me di cuenta en el momento en que me regaló sus flores y se alejó de mi, radiante como el sol, fresca como el viento, igual que antes.

Eran girasoles, como los que siempre había en el camino a su casa.



4 comentarios:

  1. Tan girasolera siempre tuu :) ... Hace tiempo ke no leía una de tus historias semilargas zx me gustó.

    Te extraño pekee! tengo el mes de vacas asike en una de esas me arranco pa qta :D y te veo :D te aviso cualkier cosa.

    Te trata bn tu hombre? (más le vale ke si ¬¬) jaajaj Un abrazo pekeñaaaa y un besote. Cuidate harto y ke no te de la porcina keri. Mandale saluos al Mati y la Dani, a la Cata y la Makita tmbn. Has visto al Tomi? weon más desaparecio xD le mandas saludos tmbn y un wate si lo ves :).. Aca el Fitito te manda un abrazo! mis viejos igual. Estamos al hablaaa, tk mucho! :D

    ResponderEliminar
  2. Emm.. tenian que ser ¿GIRASOLES? zx (L)

    ResponderEliminar
  3. Gracias por haber pasado por mi rincon, me trajo hasta tus palabras, que son tan lindas como ese manojo de girasoles.

    Un abrazo, volvé cuando gustes.

    ResponderEliminar
  4. Que te parece si diezventicuatreamos? ♥ :)

    ResponderEliminar

Desembuche.